Copio y pego algo que le pasó a un amigo:

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17 de setiembre de 2013, Montevideo

Venía sacándole fotos a la media decena de autos que estaban estacionados sobre la ciclovía — aún ni siquiera inaugurada, pero ya con toda su señalización, clara aunque escasa. Aún estaba ahí uno cuyo chofer, una hora antes — frente a su mujer y dos niñas chicas — me había dicho que sólo estaba ahí cinco minutos, y justificaba su falta de civismo con los argumentos chotos y fallutos habituales del automobilista omnipotente y prepotente.

En Rodó y Frugoni, saco la foto pensando que el auto está vacío. Está perfecta: el parachoque justito a mitad sobre la bicicleta y el símbolo de ceda el paso pintados en el suelo. La ventanilla del auto se abre. Mejor que haya alguien: me acerco, para decirle lo que pienso.

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El que está al volante va a hablar, pero yo lo corto y con tono autoritario le digo que está estacionado en la ciclovía, que se va a inagurar el sábado, y justito abajo de un cartel “prohibido estacionar”, que «si empezamos así la cosa va a ir mal….».

En respuesta  procura tranquilizar el diálogo, dice que tengo razón, que está sólo esperando una persona. Le digo que no importa, que aunque sea en cinco minutos puede haber un accidente de bicicleta.

Me responde: «¿pero te parece que la bicicleta no va a ver el auto?»

«¿Y eso que tiene que ver? ¿Acaso yo espero a alguien parado en el medio de la calle, considerando que si un auto pasa me va a ver y tiene que correrse para esquivarme?»

Le digo que se estacione en otro lado, que si no encuentra lugar, en todo caso que ocupe el lugar de los autos, no la miserable cicloivía que luego de más de diez años de militancias de colectivos ciclistas, la municipalidad del FA finalmente se digna a intentar.

A su lado en el auto hay un joven, con un bolso estudiantil. Parecerían ser padre e hijo.

Éste se interpone y me dice: «¿pero sabés que no tenés derecho de tomar foto de la matrícula de un auto?»

Le respondo: «justamente, estoy sacándole fotos a todos los autos estacionados en la ciclovía para darselas a la intendencia y preguntarle como piensan hacer para que esto no siga siendo como ya era, una vereda de estacionamiento que hace peligrosa la circulación de bicicletas.».

Me dice: «si aparece esa foto vamos a tener problemas.» «¡Y claro!», le respondo, «es exactamente lo que quiero y es normal que tengan problemas de estar infringiendo la ley».

«No, no: vamos a tener problemas vos y nosotros, porque no tenés derecho de publicar la placa. Es lo mismo que si sacás una foto de la persona y la publicás, no tenés derecho».

«Mirá: no te dije que te iba a escrachar, te dije que lo voy a denunciar a la intendencia (y a la policía)».

«¡Pero si el decreto no está en aplicación!» retruca, «Vos mismo dijiste que la inauguraban el sábado».

«Disculpame, pero el decreto que establece que eso es un cartel de prohibición de estacionar, bien clarito, está vigente desde antes que nacieras y lo conocés perfectamente…»

La discusión sigue y los ánimos se encienden. El “padre” siguió muy tranquilo en tono perfectamente conciliador. Diciéndome que tenía toda la razón, que simplemente estaban esperando una persona. En un momento llegó a decirme que se iría (lo que nunca hizo). Yo seguía hablando fuerte, con todas las ganas de hacer un poco de escándalo de vecindario y sin ninguna vergüenza al papelón.

Volvimos sobre la matrícula, seguíamos cada uno en su papel, pero cada vez más su argumentación parecía  táctica, y no temperamental… tipo “el milico bueno y el milico malo”.

Hasta que el mayor me dice: «es que esto es un vehículo del Ministerio del Interior, y estoy en función».

Eran dos tiras [1]… Claramente, el jovencito estaba perfecto para ir a infiltrar cualquier grupo de jóvenes que andaba por ahí… ¿Qué hacían ahí un martes cualquiera? ¿Vigilando a los anarquistas del IAVA y de la Universidad?

«¡Y encima eso!», me exclamo «¡Policía y en estacionado en la nueva ciclovía! ¿Y el joven también es policía?»

La conversación siguió un rato, yo ya indignado del todo, sabiendo la impunidad que sigue en este país, sabiendo que aún la policía sigue usando métodos dignos de la dictadura, sabiendo que el gobierno lo justifica o calla.

En un momento —poco importa en respuesta a qué— me sale: «¿Es una amenaza?»

«¡Nadie te habló mal!», me responde, siempre sereno, el mayor. Era cierto. Conmigo cumplieron con las reglas de la buena educación, y era más bien yo el que estaba buscando lío.

Sin duda les inquietó verme sacar la foto en la que se vería la placa, y el único error que cometieron fue confesarme que eran tiras, pensando —quizás por mis canas— que mi indignación era más de rigorista que de rebelde, y que ese argumento me apaciguaría.

No merecen, más que cualquier otro policía, que los escrache. Pero sí, es importante que todas y todos sepamos a qué puntos estamos vigilados sin ninguna razón, y que este gobierno gasta en eso el dinero que le rechaza a la educación, a la salud, a los trabajadores y a la ecología.

Los dejé ahí, ni se movieron de la ciclovía. Pero no podía no hacer nada: O le doy la foto a algún grupo de anarquistas, para equilibrar una gotita las fuerzas, o publico esto (y la foto con la placa borrosa).

«También pueden ser narcos…» me decía luego una amiga. Puede ser, pero no cambia mucho: obviamente es en frugoni y rodó, en plena calle, que se dan las importantes transas de droga en este país, y el tipo de infracción para el que hay que dedicar dos personas y un auto durante una noche… ¿O será la misma teoría del policía joven, del decreto que todavía no está en aplicación? (De hecho parecería que desde que se planteó el tema y que luego el parlamento dio la media sanción a la ley de legalización del canabis, parrece haber particular afán en castigar las pequeñas infracciones al respecto)

También me preguntaron: «¿Y a vos no te habrán sacado una foto?» Posible. Más bien seguro: todo esto debe estar grabado en el sistema de video-vigilancia permanente que ya hay en el Cordón. ¿Qué me importa? La poca fuerza de mis pequeñas militancias, es que son públicas. Pero si es que tengo razones de temer, si algún día soy inquietado o amedrentado por esto, será otro elemento de prueba que la vigilancia lleva inexorablemente al fascismo.

Notas

[1] En el Urugugay de la dictadura se le dice “tira” a un informador o a policía encubierto, de civil.


2 comentarios

diego garcia · 28 de septiembre de 2013 a las 6:20

la verdad que sos un idiota, vigilando a los anarquistas del iava y la universidad ? jajaja que te pensas que estamos en dictadura, sos una vieja conventillera

Elizabeth Correa (@ElyzabethCorrea) · 28 de septiembre de 2013 a las 14:50

Muy bueno el post, algo que agregaría es los señores se habrán inquietado ante la sorpresa de que les tomaron una foto, porque estaban haciendo «mandados». Es comun que se escapen y hagan lo que se les plazca en nombre de ser funcionarios de lo que sea, cuando en realidad están al servicio de la sociedad ( pues debería primar esta concepción)…en fin la verdad es que no se debe dejar de militar porque hoy en la sociedad prima transgredir la norma, en lugar de respetarla….

Muy bueno el post!

Saludos
ELy

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