Reproduzco aquí un poema de Ricardo de la Vega del 10 de diciembre de 2014:

«Rubén Villalba debe morir
para que sirva como ejemplo,
para que nadie ose reclamar un pedazo de tierra,
para que sepan todos a quién tu perteneces,
Paraguay que reptas como un canto derrotado,
y quien manda, mata; y quien manda come los vientos y los ahorros
que con tanto celo guardas bajo ese colchón de silenciosas pulgas;

Rubén Villalba debe morir,
porque es mejor que todos se pregunten: ¿Qué pasó en Curuguaty?
como si nadie supiera qué pasó en Curuguaty,
como haciéndose el desentendido,
como si no viviera aquí hace toda la vida
que se hace el desentendido
como si no supieras qué pasó en Curuguaty
y te la pasas preguntando

Ingenuo que pretendes marchar para cambiar el mundo
—siempre custodiado por la policía—
y así enterarte que en esta tierra se matan campesinos
con menos disimulo
sin pudor
y sin pausa
como si se tratara de espantar las moscas que perturban
el buen dormir del Hereford, del Aberdeen Angus,
de la Nelore que suspira agobiada por el sol de Miami,
como si no supieras qué pasó en Curuguaty,
como si no supieras que ciento treinta —130—
sí pequeño desentendido
ciento treinta campesinos han muerto por un pedazo de tierra
y todavía preguntas: ¿Qué pasó en Curuguaty?

Rubén Villalba debe morir
para que Don Kalé siga tranquilo
en nuestro video-cielo inconmovible de pequeños contribuyentes,
para que Acero nos lotee hasta ese único cielo,
para que Horacio nos eleve hasta el cielo de la blanca palabra
y desde allí nos arroje al sumidero,
a la resaca del humo que se exporta en tinieblas!

Rubén Villabla debe morir
para que nuestro Ovispo —esa mezcla de cura y
avispón querendón—
siga perdiendo el tiempo en el Centro del Poncho
mientras abajo
a la izquierda y al fondo,
continuemos acusándonos de servir a la CIA,
encubiertos en tenedores y cucharas
encubiertos en la cocina del Pequeño Conspirador,
sin atinar a defenderte,
sin encender esa barricada
que fuera necesario esculpir en la piedra de nuestras cabezas,
con ese puño encendido,
para que recordemos la palabra Revolución.

Rubén Villalba, brasa inmortal
en el zapato de los terratenientes,
vibrante semilla prisionera,
que deberás morir
para expiar nuestra pequeñez
en este Gólgota agobiante que hierve a la hora de escribir
este poema!»

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