Comencemos por el final.
En este momento estamos cruzando la frontera que une Concordia con Salto. El viaje se hizo más corto de lo esperado aunque la partida fue compleja y digna de un cuento aparte.
Durante la tarde me fui hasta el centro a conocer el río y recorrer nuevamente esas calles desgarbadas pero llenas de gente alegre que creo es la mejor definición que se puede dar de ella.
Cómo decía, al volver, luego de varias pseudodespedidas (pseudo por los amagues) terminé al lado de un fueguito con unas personas increíbles. Con Francia y Johan, con quienes dos noches atrás habíamos compartido las danzas y cantos tradicionales colombianos que tanto nos deleitaron y a los que volveremos en estos relatos. También estaba Carolina, que estudiaba derechos humanos, luego David, también colombiano, estudiando historia en Mendoza, otros dos brasileros que cantaban y compartían deliciosos bollos rellenos y finalmente Ada, quien contaba las historias más alucinantes de Paraguay, de sus comunidades y de su mamá. Así pasé el último rato antes de volver, pero me gustaría hacer un par de relatos concretos…
El IV Foro Social de las Amérias – 11 al 15 de agosto de 2010
Primero me interesaría dejar una impresión general del IV Foro Américas. Creo que más allá de resultados que hayan quedado plasmados, cabe señalar la diversidad de actividades que efectivamente se realizaron. Las charlas debate, se cumplieron en su amplia mayoría y con una participación importante de personas, que a su vez lo hacían activamente, realizando preguntas o haciendo aportes cuando se cedía la palabra. Crónicas de estas charlas, las hay por decenas, por lo que no ahondaré en las mismas.
Los espectáculos artísticos y musicales tampoco faltaron, la carpa de la juventud, donde pudimos disfrutar de la obra las bañistas o el circo-clown que pudimos ver en el polideportivo.
Los que energizaban el ambiente en general fueron las comunidades indígenas bolivianas que con sus colores y sus increíbles espectáculos colmaban todos los sentidos de quienes por allí pasábamos: la vista con sus colores, el oído con su la fuerza de su bombo y sus sicus, el olfato con sus fogatas e inciensos y finalmente tacto y gusto con la hoja de coca que pude probar y disfrutar en varias oportunidades. Una señora aymara, me daba ojas de coca mientras decía, «esto es señal de buen augurio». Y así lo fue. El último día, pedí una wipala para llevar a Uruguay y otra hermosa señora me la regaló.
El campamento de la Juventud
Sobre el Campamento de la Juventud, comencemos por el espacio físico: era una pista deportiva, con unos baños que solo estaban disponibles por momentos y una canilla de agua potable que realmente nos salvó la estadía (y que no nos dio descompostura). Nuestro «barrio» era muy bonito, al levantarnos bien por la mañana ya podríamos ver a las personas haciendo sus entrenamientos.
De todos modos había instalaciones para delegaciones deportivas a las que no tuvimos acceso, pero donde se quedaron los «compañeros» del pit-cnt. No hubiese sido una mala idea ir para ahí, ya que al segundo día comenzó a hacer un frío bastante importante que hacía difícil dormir, incluso con un grado avanzado de alcohol en sangre.
El grupo que acampamos juntos, grupo al que autodenominé ovejas descarriadas estaba conformado por 11 compañeros más que interesantes, todos con un excelente sentido del compañerismo, sin excepción. Estaban Vicky, Leta, Leti, Vixi, Luisina, Majo, Pablo, Gastón, Piero, Guille y quien escribe.
Con ellos pudimos compartir, debates y charlas re locas como con Zibechi, mates, empanadas y hasta alguna que otra noche desquiciante que merecería una nota aparte y que nos remontaría al comienzo de esta experiencia que será sin dudas el final de este relato. Pero antes de terminar creo que cabe la pena hablar algo de Paraguay, o al menos de esta parte urbana que se llama Asunción, o mejor dicho, lo poco de Asunción que puede verse en unas horas.
(continuará…)