Mar mediterráneo, rumbo a Santorini, 17 de setiembre de 2012

Fue muy largo el viaje. Salimos el martes de Montevideo y viajamos dos días entre aviones y aeropuertos para llegar finalmente el jueves a Heraklion y luego tomar el último bondi a Hersonissos, que es donde se desarrollaría la conferencia. Quizás sea interesante contar un poco sobre Madrid y la larga tarde-nohe que pasamos recorriendo laberínticamente el centro de la ciudad. Me dieron todas las ganas de quedarme, de disfrutar un poco más aquella ciudad hermosa. Las fotos harán su propio cuento, ya que el tiempo apremia y quiero avanzar en el relato.

Tomar el bus desde Heraklion a Hersonissos fue todo una decisión, ya que supuestamente había taxis medio pactados pero salían 33 euros, así que salimos del aeropuerto y enseguida pasó el bus que nos dejó en la puerta del «resort». Ahí comenzamos a ver hermosos paisajes rocosos y tierras más bien áridas, casitas pequeñas y muchas a medio construir. El ómnibus hizo una especie de ruta panorámica por la que fuimos descubriendo estas hermosas costas. Los olivos están por todas partes.

Llegamos a Hersonissos al enorme hotel Creta Maris, con 800 habitaciones en varios edificios, con muchas piscinas y unos cantos restaurants. Sin embargo, a mi me tocaba otro hotel, uno que quedaba a 4 o 5 cuadras que también estaba espectacular, pero era más pequeño, con una sola piscina y un solo restaurant y habitaciones tipo apartamentos.

Era de tardecita cuando llegamos, pero no pude resistirme a tirarme en el agua aunque ya casi no había luz. Me tiré incluso con el esnórquel y la máscara. Me di un baño y cené hasta el hartazgo en el buffet. Era uno de los pocos que estaba solo y probablemente uno de los pocos del evento en ese hotel. Tuve unos intentos de conversación con el que lleva las maletas, que es de Bangladesh. Traté de averiguar algunas cosas como lugar para nadar y cosas por el estilo.

El evento estuvo bueno los 2 días, del cual también tomé unas cuantas fotos; yo participé bastante aunque en un par de momentos decidí escapar a nadar y luego de una correcta enjuagada y ropa apenas un poco más formal, volvía a participar.

Algunas cosas memorables son las salidas nocturnas. La primer noche, estábamos muertos, pero decidí de todos modos averiguar por aquí y por allí, para ir un rato a algún bar. Allá recorrí aquel «centro», aquella pequeña pero larga rambla llena de bares y pequeñas discotecas. Iba solo y me di cuenta que me confundían claramente con un griego: yo veía como le ofrecían cosas a todos, ente aquí, entre allí, pero a mi me miraban y nada. Parece que soy un griego más.

Luego la segunda noche, ya habíamos conocido a dos o tres españoles y comenzamos a hacer amistades de varios lugares. Ellos habían dicho que quizás salieran conmigo a dar una vuelta. Estábamos tomando mojitos, aprovechando el «all inclusive», pero de pronto me dio tremendo sueño, por lo que fui hasta la piscina y me dormí una siesta de una hora más o menos echado sobre una de las sillas reclinables. Al volver ya descansado, fui viendo como todos mis compañeros de salida iban cayendo uno a uno, hasta quedar solo.

Me fui a la puerta del hotel y Jose, el muchacho de las maletas, en este caso español, que me preguntó en que andaba y me dijo que si lo esperaba una hora que saliera de trabajar, me acompañaba a salir a unos boliches. Me comentó que había arreglado con otro amigo para ir y que sería divertido. Allá fuimos, luego de una hora y pico, arrancamos como para la zona de bares.

Esta vez fuimos directo a un bar de rusos, donde Jose tomó cerveza y yo ouzo, que es un aguardiente con gusto a anís; la bebida es transparente, pero al colocarle un hielo, se vuelve blanca. Además de ouzo también está el rakí. Esas fueron, junto al vino blanco en las comidas, las bebidas que más he disfrutado por estos lugares.

Luego de bailar y observar el panorama, e intentar conversar con un par de amigos y amigas de Jose, me fui a dormir a eso de las 5 de la mañana. El siguiente día, segundo del evento, 9:45 llegué a la sala de conferencias.

El tercer día, pasó algo. En un momento que fui hasta mi hotel para aprovechar un par de horas de playa y siesta, me comunican que en realidad mi reserva era hasta la noche anterior y que debí haber dejado la habitación a las 12. Mi sorpresa fue tremenda y el intento por seguir en el hotel incluso pagando infructuoso. Decidí no estresarme, metí todo dentro del bolso rápida y caóticamente y los dejé en recepción para ir a dormir un rato a la playa. Por suerte logré conseguir otra hermosa habitación, esta la 808 en el hotel enorme donde se realizaba el evento y todo costeado por la organización.

Esa noche fuimos con los nuevos compañeros españoles a cenar a uno de los restoranes, en un lugar todo hecho de piedra y con cierta gala. Nuestra apariencia y el hecho de no haber reservado previamente, casi hace que no logremos quedarnos pero el carisma de Carlos lo logró. Comimos deliciosos mariscos de entrada, una cazuela fría con mejillones, y camarones, con perejil y menta o algo similar, hizo que casi tuviera un orgasmo. Ahora me doy cuenta que he sido injusto con la comida griega y he contado poco de las delicia de este lugar, por el momento. En esa cena estábamos Carlos, Susy, Inko, Virginia y este humilde servidor y hay algunas fotos de esa noche memorable. Yo pedí pescado y el resto pidió pizza y varios platos de carne para compartir; creo que fue algo casi orgiástico. El postre era buffet y nos deleitamos con cremas, tiramisú y cheese cake. Nos divertimos muchísimo, nos reímos muchísimo y comenzamos a disfrutar de la simpatía griega en la figura de la moza, que realmente nos deleitó.

Luego de la cena tuve que ir a buscar las valijas y eso me retrasó un poco e hizo que me perdiera el final de la fiesta que se había armado en la playa del hotel. Intentamos ir después a la discoteca del hotel pero estaba cerrada, por lo que fuimos a tomar los últimos tragos a la terraza ya que también estaban cerrando. Luego de eso salimos a la zona de boliches pero esta vez eramos 6, los mismos 5 de la cena más un austríaco de unos 40 años que según Virginia era tremendo bala. Bailamos rato largo y volvimos como a las 5 de la mañana nuevamente.

Intenté despertar a las 9, pero apenas logré encarar a las 10. El domingo fue un día clave, pues aunque no teníamos idea qué sería de nosotros, habíamos decidido alquilar un auto y salir a recorrer la isla. Armé el bolso rápidamente y salí a buscar el auto que había arreglado con una simpática señora griega el día anterior. Ella misma me había recomendado la playa Vulisma al este de donde estábamos. Nos dieron un auto rojo chiquito y con techo abierto. Preparamos todo y a las 12 estábamos saliendo hacia algún lugar que aún no habíamos definido del todo. Yo salí con una mezcla de resaca, cansancio y hambre porque no pude desayunar justamente porque me levanté después de las 10; las galletas de arroz que aún sobrevivían hicieron que la cosa fuera más llevadera.

Salimos entonces destino a Istro que era donde estaba la playa Vulisma, ayudados parcialmente por el GPS del celular de Virginia, pasamos por Malia y seguimos andando por entre carreteras angostas y sinuosas, con paisajes más bien secos, con muchísimos olivos por entre las montañas y valles. En cierto momento vimos unos molinos y unos autos y paramos pensando que era algo turístico; pero eran un par de jóvenes con otro hombre más que estaban haciendo algo en el lugar, que era su casa por cierto. Una de las chicas nos tomó una foto con el pueblo de fondo.

Seguimos camino hasta llegar a Agios Nikolaos. De pura casualidad había leído antes de salir un correo de Marcela, la compañera de Alén, en el que me pasaba unas cuantas ideas de qué hacer en Creta; de hecho nos pasaba armados como 6 paseos. Justo uno de ellos era en Agios, donde había un lago de agua salada donde e bañaba nosequién de las divinidades y aprovechamos en pasar por allí. Realmente es un lugar interesante aunque ya estábamos advertidos que muy comercial; pero fue ahí que comenzamos a comprender la amabilidad y el calor de los Griegos, conversando con un mozo y con una cuidacoches.

Seguimos camino hasta llegar finalmente a Vulisma, y realmente es una de las dos o tres mejores playas que vi en mi vida; sobre todo sus aguas transparentes y templadas son increíbles. Antes de bajar a la playa, conocimos a María y a otra chica de la «Taverna» que queda justo frente a la playa; nos invitaron a pasar y les dijimos que probablemente a la vuelta. Hay incluso algunas fotos de ese encuentro.

El rato en la playa fue brillante; nadar con esnórquel y máscara, dormir, tomar sol, escuchar hablar probablemente a los rusos, que eran muchos por aquella lugares; el tiempo pasó volando, volandismo !!! jeje.

Luego almorzamos en lo de María, donde nos atendió su hijo, un veterano como de 60 años muy pero muy agradable; juntos ellos 3 fueron el comienzo de una relación memorable con los cretenses. Arrancamos con algo de rakí, aunque yo estaba manejando y casi ni tomé, luego la entrada, que no recuerdo bien qué fue pero que fue impresionante y luego el almuerzo fue un mix de frutos del mar con el que nos deleitamos hasta el hartazgo. Tomamos un jugo de frutas caseros y al irnos nos convidaron con unos bollitos como de masa frita con sésamo que estaban deliciosos.

Eran cerca de las 5 por lo que decidimos ir hacia el Sur a conocer el otro lado de la isla que habían dicho que era bueno y fuimos hacia Ierapetra. Llegamos y era un lugar si bien turístico, con mucha gente haciendo las cosas cotidianas, con mucha gente local. Me di un baño en una de las playas con muchas rocas, aunque ya era un poco tarde. Si bien creo que también es el Mediterráneo, estas aguas se parecen un poco más a las de océano, aunque un poco más claras.

De a poco hay cosas que nos siguen sorprendiendo, como la falta de preocupación que se va generando en uno con el tema del equipaje; en hoteles y barcos, las cosas quedan ahí y no sucede absolutamente nada, se guardan en lugares más o menos colectivos donde todos tienen acceso pero nada falta. Luego sensación similar nos ha dado al movernos con el auto y por la calle.

En fin, lo que sigue es uno de los cuentos más divertidos hasta ahora. Luego de conocer puerto y playas de Irapetra, decidimos volver, nuevamente por caminos angostos, sinuosos y riscosos, utilizando mucho rebaje y con el tiempo más o menos contado, y por la nochecita; pero no tuvimos ningún inconveniente. Llegamos a devolver el auto a las 9 y algo y comenzamos la odisea de lograr averiguar los horarios a Santorini, la isla que decidimos visitar al día siguiente. La idea era ir allí y luego a Atenas.

Pero fue casi imposible averiguar los horarios; en realidad, el problema fue nuestro, ya que el Hueso nos había mandado la web donde averiguarlos y no nos acordamos. Idas y vueltas y algunos errores míos hicieron que finalmente nos quedáramos sin ómnibus para ir del hotel al puerto y ya eran las 9 y media de la noche. Estando en la puerta del hotel y casi desolados, nos dimos cuenta  que yo tenía viáticos y casi no los había utilizado. Por lo que paramos un taxi –el primero que pasó– y negociamos una ida al puerto por 35 euros. Ya me habían comentado que los taxistas eran medio cualquiera como en cualquier parte del mundo, pero este era realmente especial. Hablaba muy poco inglés y confundía fifteen con fifty, cuestión no menor. Comenzó siendo bastante callado y poco comunicativo pero poco a poco se fue soltando y fuimos entablando un diálogo mediante señas, palabras sueltas y sonidos. Por ejemplo, mulá, significa burro o mula y quiere decir «arre», o algo así.. acelerá. E íbamos en un Mercedes que tenía turbo y realmente decía mulá… y aceleraba a 120 como si nada. Virginia se estremecía en la parte de atrás, pero en seguida el hombre se serenó y se rió mucho y ahí nos reímos todos y comenzamos a hablar del costo del auto y tal y cual.

Para los montos, utilizaba el celular, donde escribía las cifras: el mercedes costaba unos 50 mil dólares. Luego sonó mi gallo y comenzamos a hacer onomatopeyas de gallos y gallinas para aprender cómo se decía en cada idioma, y así. Por momentos me hablaba en griego sabiendo que yo no entendía nada y yo le hablaba en español y nos reíamos mucho. Virginia atrás no paraba de reírse.

Llegamos al puerto y estaba todo cerrado, el último ferry a Santorini había salido 20 minutos atrás. Yo me puse un poco firme y le insistí sobre cortar el viaje y que me diera el ticket, cosa que hizo; de paso me regaló un ticket de 138 euros, lo que supuestamente me podría servir para rendir luego mis viáticos. Yo me fui a conversar con la guardia del puerto, horarios y posibles hoteles mientras Virginia y él conversaban. Cuando volví, insistió en que nos llevaba a unos hoteles ahí cerca, que ya había llamado y que nos cobraban 50 la noche por los dos. Yo quería ir caminando hasta que entendí que nos llevaba gratis, y ahí ya comenzamos a ser mejores amigos. Nos llevó a 5 o 6 cuadras y preguntó en un par de hoteles, mientras hacía chistes, algunos incomprensibles y otros no tanto, ya que implicaban sonidos o palabras breves en inglés; fue realmente genial. Finalmente conseguimos uno por 45. Le agradecimos de las mil formas y nos reímos muchísimo y nos sacamos una foto con él. Como no supimos su nombre, le pusimos Kalimera de apodo que quiere decir buenos días.

Acomodamos las cosas, nos bañamos en aquel lugar sencillo y raro pero muy limpio, y nos fuimos a cenar a una taverna que nos recomendaron los mismos del hotel. Teníamos duda si estaría abierto ya que eran las 11 de la noche a esa altura; igual el centro quedaba a unas 15 o 20 cuadras.

Finalmente encontramos la taverna y nos sentamos bajo las hojas de un frondoso árbol y compartiendo el espacio con personas que se agrupaban en 2 mesas más. Nnuevamente nos deleitamos con los locales. Primero el problema era que moza y dueño no hablaban inglés, pero por suerte tenían una carta en inglés que de alguna forma traducían. De a poco nos fuimos comunicando con la moza, esto hay esto no, y logramos pedir nuevamente unos enormes camarones y un pan con queso y tomate impresionante, con aspra krasé (vino blanco). Los camarones estaban hechos de tal forma que pudimos comerlos enteros, incluso con cáscara, pies y cabeza. Nuevamente casi orgasmiando de placer culinario (aunque suene raro).

Al rato Vir pudo conversar con un geólogo que estaba hablando con el dueño en una de las mesas. Hablaron en italiano básicamente, y nuevamente mucha amabilidad y mucha buena onda. Y nuevamente aparece esa idea de «hoy no somos nada» como nación, que recorre el sentir de muchas de las personas con las que hablamos. En cierto momento me acerqué a hablar con 3 hombres que estaban en una mesa y le dije a Vir, «te apuesto que son universitarios». Ellos sí hablaban inglés, y les pregunté sobre cómo ir al centro y qué se podía hacer. Me dieron unas coordenadas y me dijeron que podría ir en taxi sin problemas.

De postre pedimos yogurt con miel y nos trajeron rakí, yogurt con miel, y otras cosas ricas que ni recuerdo ni podría reproducir; entendimos que además de todo son muy generosos. Nuevamente les agradecimos de mil maneras, les dijimos que todo estaba riquísimo y comenzamos a irnos. Cuando pasamos por la mesa de los supuestos universitarios, nos preguntaron de dónde éramos y comenzamos un diálogo muy ameno de cómo habíamos venido, por qué y qué bien estábamos pasando con la gente de Creta. Nos invitaron un trago, al cual nos negamos por estar a punto de explotar y nos dijeron que si esperábamos un poco nos arrimaban al centro. Aceptamos gustosamente y nos sentamos a conversar un rato con ellos. Eran médicos, neumólogos. Se llamaban Salvatore, Aristotelis y no recuerdo.

Nos sentimos muy orgullosos de ser llevados por Aristotelis hasta el centro, mientras observamos las enormes murallas de piedra que según nos contaron defendían esta ciudad. Al llegar al lugar estaba casi todo cerrado, pero les dijimos que no pasaba nada y logramos sentarnos a tomar un te digestivo. A la vuelta comenzamos a caminar por la rambla y les preguntamos a dos jovencitas griegas de cómo tomar un taxi y obviamente nos invitaron a caminar juntos. Ahí hablamos rato largo mientras caminábamos esperando un taxi, y comentamos sobre las similitudes, que debí haber introducido antes en el relato.

Existen suficientes evidencias para afirmar que Uruguay no es de descendencia española ni italiana, sino somos directos descendientes de los griegos. Para empezar la bandera que es a franjas azules y blancas, en lugar de el sol ellos tienen una cruz, símbolo de su religiosidad cristiana que según las jovencitas, fue –el cristianismo– quien los sacó de 400 años de dominio turco. Lo segundo es el emblema que se relaciona con la bandera y con esa liberación: libertad o muerte ¿suena familiar no? Por último, la vestimenta típica. Lamento no haberme sacado la foto con el que nos esperaba en la puerta del hotel, que llevaba las maletas y que estaba vestido con indumentaria típica. Llevaba unos pantalones holgados, una camisa, un pañuelo al cuello y un facón atravesado en la cintura. Lo más parecido a un gaucho que ví en mi vida. Eso, junto con la amabilidad y la hospitalidad, son suficiente evidencia para apoyar mi tesis. Claro, mientras acá parecen vivir en un buen humor constante, en Uruguay, por momentos parece todo lo contrario. Concluimos que el tema del clima puede ser decisivo.

Tomamos un taxi, despidiéndonos de nuestras amigas y llegamos al hotel a dormir como angelitos como a las 2 de la mañana para luego despertarnos a las 7 tormenta mediante y salir en el ferry hacia Santorini. Esa será una nueva historia.

Categorías: Delirio

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