Uno tiende a construir en su cabeza las imágenes de las cosas que no conoce. Cuando se habla del lugar llamado Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, Argentina, uno imagina un sinfín de elementos y situaciones. Lo primero que viene a la mente es un puente sobre el río Uruguay en el que estarían emplazados algunos piqueteros. Luego piensa que estos fundamentalistas prohíben que mucha gente cruce el puente para cualquiera de los dos lados y provocan que dos países como Argentina y Uruguay estén separados. Pero lo más importante de esta situación para nosotros son los prejuicios en materia económica por el turismo y el comercio internacional.

También uno puede imaginarse cruzando el puente caminando y que del otro lado encontraría Gualeguaychú, allí nomás, con toda su población impedida de visitarnos. Imagina que al llegar y presentarse como uruguayo lo podrían llegar a maltratar, ya que estamos casi como enemigos. Imagina todo esto y mucho más, y hasta quizás algunas imágenes televisivas recortadas «bienintencionadamente» ayuden a armar este castillo de naipes en el cerebro de uno.

Todo lo que uno imagina puede esconder algunas verdades, pero también errores. Quizás habría abandonar viejas rencillas y nuevos manejos; soplar un poquito esta construcción imaginaria y dar un paso hacia otra realidad.

Primero que nada, para llegar al puente, hay que recorrer algunos kilómetros de ruta en tierras fraybentinas, bajo la mirada amenazadora de un monstruo de hierros y cemento que prácticamente nunca se pierde de vista. Es el nuevo paisaje botniano que ostenta esta ciudad.

Luego, el puente está completamente vacío y no se puede cruzar caminando ni a caballo ni en bicicleta, pues policía y militares lo prohíben, a pedido de alguna reglamentación gubernamental o algún tratado internacional.

Recién a unos 15 kilómetros del puente y en una pequeña cañada llamada Arroyo Verde es que uno encuentra el corte. Consiste en un camión con zorra atravesado en la ruta, en el cual se puede leer una lista de instituciones financieras que hacen posible la construcción del emprendimiento finlandés. También hay otros vehículos al costado del camino, como autos y ómnibus con decenas de lamentos en forma de palabras y dibujos que advierten sobre los peligros de la puesta en funcionamiento de dicha fábrica. Se pueden observar también algunas cabañas, chozas y carpas, y algunos ladrillos para construir más, conformando algo parecido a un campamento.

Es posible cruzar caminando y uno es recibido por personas de ambos sexos, trabajadoras, profesores, dueños de campos, u otros pero ningún piquetero. El corte puede tener desde 15 personas hasta cientos, dependiendo de las actividades y coyunturas del momento. Afirman la dificultad de mantener una guardia tan desgastante, teniendo familia, trabajos y una vida por vivir. Escrutados por cada uno de los argumentos a favor, tienen argumentos en contra e incluso presentan otros sobre la situación que se está viviendo. Eso es el corte.

Pero quizás debemos dejar de mirar el árbol – permítaseme esta disgresión – para mirar el bosque. Dejar el corte ahí por un momento y mirár 35 kilómetros adelante, hacia la ciudad de Gualeguaychú. Sucede que al llegar allí uno puede escuchar miles de voces que claman por el cierre de la fábrica. Creo que fue Galeano quien planteó en un momento que la ciudad entera es un solo grito, y tengo la impresión aun marcada en la retina que me dice que es cierto.

Farmacias, autos, bicicleterías, panaderías, camiones, ferreterías, quioscos, paredes, remeras, discotecas, calles, murales, ojotas, radios y canciones, se han puesto de acuerdo y parecen decir al unísono «no a las papeleras, sí a la vida» y en muchos casos presentan argumentos al respecto. Una nena de 5 años lleva una remera con una frase que dice «¿Que parte del NO no entendés?».

Tenemos la estúpida costumbre de pensar en países, cuando sabemos que las fronteras y las banderas son cercas que hemos inventado los humanos, y que en muchos casos no representan absolutamente nada. ¿Qué me quiere decir un himno? ¿Qué significa una tela con tres colores, cuando sabemos que nuestra tierra ha sido regada por miles de colores durante tanto tiempo?

Es muchísimo lo que nos une a esta gente, pero mucho más de lo que no imaginamos. Muchos de quienes viven del otro lado del río tienen parientes o amigos de nuestro lado. Todos, absolutamente todos, han veraneado en Las Cañas, Fray Bentos. Ellos toman mate con termo, quieren Conaprole, murga y yerba sin palos; hacen el asado con leña y llaman «gurises» a sus pequeños. En fin, quien pudo viajar alguna vez, sabe que esto es más uruguayo que cualquier cosa y que esto no se percibe ni en Buenos Aires.

Pero mejor aun, otra cosa que nos une es la apertura de la casa como la del corazón. Uno se siente en casa en cualquier sitio y en vez de mirarte mal, te miran con mucho cariño y empiezan a contarte de sus familiares uruguayos, de sus viajes a Montevideo, a Las Cañas, a Durazno, etc. , y finalmente de las fábricas estas. Si vas camuflado y no decís nada, ni se dan cuenta porque hablamos casi en los mismos tonos y lo mejor de todo es que aunque no se den cuenta, la conversación sobre las fábricas surge enseguida.

Quizás habría que pensar en regiones y dejar de lado los patriotismos. Después de tanto defendemos a Artigas no deberíamos olvidar el proyecto federativo que propuso y la traición que sufrió. Si nos interesamos por símbolos, entonces podríamos pensar esto: no por cualquier cosa nuestro prócer está en la plaza principal de Gualeguaychú y no por cualquier cosa la bandera de Artigas es exactamente igual que la de Entre Ríos.

De esta forma podríamos pensar si es justo que se imponga una industria de tan alto porte en las narices de nuestros hermanos. Una industria que es «pan para hoy, pero hambre para mañana» en palabras de Antón Masa de Pontevedra. Habría que discutir que ventajas reales tendrá su puesta en funcionamiento y la consolidación del modelo monoforestal en nuestro país. Aprender además de otros lugares y otras situaciones como lo sucedido en Aracruz, Pontevedra o Valdivia, o quizás en la propia Argentina, o aquí nomás en Juan Lacaze. Un buen ejercicio sería ir de paseo allí e intentar darse un baño en las aguas lacacinas.

Finalmente, el hecho de que a cientos de kilómetros de Gualeguaychú, en la propia Argentina, haya plantas de celulosa, ¿les quita acaso el derecho de protestar por querer vivir en un lugar mejor? Por su lado Fray Bentos no expresa gran cosa al respecto, solamente la gigantesca fábrica. Al ser cuestionados por el tema, la respuesta de sus pobladores es similar. Plantean que el problema es la gente de Gualeguaychú: que son intransigentes, que están maniobrados, etc, etc.

Argumentos para uno y otro lado ya han habido y muchos; quizás habría que pensar que hoy David está siendo Goliat con un pueblo que merece mucho respeto y del que tendríamos mucho que aprender, al igual que ellos de nosotros. También habría que pensar de qué lado estaríamos si el gobierno de nuestro país fuera hoy de Julio María Sanguinetti. Este es un interesante ejercicio.

Para terminar me gustaría citar a Joan Manuel Serrat (año 1984):
«Debe hacer unos 14 años que yo escribí esta canción del Mediterráneo, y aunque por aquel entonces las cosas no pintaban demasiado bien para el mar, uno tampoco podría prever que la incompetencia y la soberbia de la especie humana se consolidara como está consolidada hoy en día […] uno no podría prever que lo más fácil a tan pocos años vista, fuera que nosotros fuéramos los que tuviéramos que ir a su entierro y evidentemente también al nuestro».

Categorías: Delirio

1 comentario

gernika · 6 de febrero de 2007 a las 12:55

…Solo me aferra a mi tierra, Fray Bentos, los pocos afectos que allí dejé. Llegué a esta ciudad, Montevideo, hace cinco años y nunca dejé de lamentarme por el silencio al cual uno se ve acoplado en aquel lugar. Sólo se habla fuerte a la hora de destruir una actitud, una condicion o una conducta que no es la que nos han enseñado que es la moralmente correcta…la tolerancia es mínima y es mas insignificante, cuando se trata de no pasar hambre…¿pero a que precio? …hoy lloro otra vez su silencio…No será la primera vez que un gran señor venga a darnos una solución para no tener hambre…y eso parece valer más que la propia experiencia. ANGLO, EUFORES…la primera nos dejo hambre, la segunda nos dejó sin tierras cultivables…ahora el río solo tiembla…
Vendemos nuestros recursos, nuestra fuente real de pan, vendemos nuestra dignidad, por que tenemos hambre.
Allí nos mostramos otra vez, mediocres hijos del hambre…

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